miércoles, 26 de junio de 2013
martes, 28 de mayo de 2013
¿La Caverna?
(Gaba Echeverría,"Viejo duende", lápiz sobre papel, 2013)
Que bárbaro como uno pasa a depender de ese pequeño
aparatito celular que nos comunica con una virtualidad que sin embargo nos acompaña a
todos lados. Nos pone en importancia que alguien comente nuestra publicación,
que un amigo se haya reído de un chiste nuestro o comentado alguna foto
nuestra, y eso pasa a ser calor humano, un calor virtual, una caricia a la
distancia, una pequeña atención que alguien nos dedica en medio de un trajín también
virtual, superficial, de mirar cosas y leer frases y mirar fotos y opinar
constantemente en modo zapping sobre mil cosas distintas, amigos distintos,
publicaciones distintas, que en general tienen en común lo superficial y
limitado, algo que viene teniendo en común mucha de la información que
manejamos en todos lados, es concisa y corta, y no se puede profundizar. Es una
muestra, el pensamiento generalmente no alcanza a profundizar nada porque pasa
a otra publicación, a otro tema, a otra muestrita de universo virtual que no
descubre nada apenas da una sensación de haber llegado a algo sobre algo, como
si eso bastara para vivir, para tener el gusto de la vida del universo...
Todo es periodismo, todo es información que se transmite o
se recibe, es importante saber qué quién, cómo, donde, cuándo, y nos están
faltando los porqués, nos siguen faltando, nos falta la pregunta, la búsqueda,
la profundización, perdemos la metáfora, el pensamiento mágico, el mito, nos
falta conectar los infinitos hechos que miramos y nos miran, perseguir de nuevo
a Dios... a todos los dioses.
Perdemos la melancolía en el zapping constante y el Alplax,
y las fórmulas seudo filosóficas de autoayuda. Perdemos al planeta mientras
firmamos largas listas de petitorios por la ecología o compramos la gaseosa que
ayuda a la naturaleza con un envase pet más fácil de tirar... sigue siendo un envase
contaminante... y nosotros tan tranquilos... Tan convencidos de la información
que nos dan que no miramos alrededor para ver si es verdad...
Los miedos, los terrores, la desorientación, la soledad, son
el precio de abrir los ojos, encontrarse con uno mismo y las limitaciones de
esta vida en esta sociedad en este planeta y en esta época...
Saramago lo contó en su novela La Caverna... pero le puso un "final feliz", donde los héroes acompañados por sus amores respectivos,
se iban buscando nuevos horizontes, lejos del mundo virtual que el centro les
ofrecía: la mismísima caverna de Platón, transformada en centro comercial y de
esparcimiento donde se podía revivir cualquier experiencia virtualmente...
En la vida real los héroes nos quedamos solos, ni siquiera
somos tan heroicos y tan íntegros para poder evitar la virtualidad y el engaño
constantemente, no estamos seguros, tenemos miedo y frío, y a veces preferimos
el Alplax a las lágrimas...
Gaba Echeverría 2013
lunes, 22 de abril de 2013
martes, 16 de abril de 2013
Serás para mi único en el mundo...
-Los hombres- intentó explicar el zorro- poseen fusiles y cazan. Eso es bien molesto. Crian
también gallinas; es su único interés. Tú buscas gallinas, verdad?
-No - dijo el principito -Busco amigos. Qué significa "domesticar"?
-Ah!..., es una cosa muy olvidada- respondió el zorro-Significa "crear lazos".
-Crear lazos?- preguntó el principito.
-Así es- confirmó el zorro
-Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil
muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para tí más que un zorro
parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas..., sentiremos necesidad uno del otro.
Serás para mí único en el mundo. Seré para tí único en el mundo...
(Antoine de Saint-Exupery, El Principito)
Ilustración: Fers
(Antoine de Saint-Exupery, El Principito)
Ilustración: Fers
domingo, 14 de abril de 2013
Inmortal autodidacta (poemas de Gaba Echeverría, Capuz Varela editores, 1997. Prólogo de Horacio Ferrer)
Gaba Echeverría
Inmortal Autodidacta
Capuz Varela editores (1997)
Dedicatoria
Tiempo,
enhebro las piedras del camino
y te regalo el beso más escombro,
el más crecido de mí.
deix
oidal
Imagen
y semejanza
No sé.
No
importa.
Nadie
sabe en realidad.
Yo sé
es de la
gran fantasía humana.
Qué sé,
si hasta
la muerte
es una
masa de hueso y trapo
al
verla.
Qué
del
sinsentido del enorme amor.
Qué sé.
Siento
y está
la muerte
y está
el mundo
y está
el amor.
Están
a imagen
y semejanza
ante los
ojos y los dedos los humanos,
invariablemente
vestidos de pasado.
Pero
tampoco sé el tiempo
porque
es memoria
y se
olvida y se recuerda en fantasía.
No sé.
No
importa.
Puedo
recordar tantas cosas.
Inmortal
autodidacta
Enredó
los pies en la fantasía,
lleno de
vino.
Abrió
los ojos
(inútil
maniobra)
estiró
los dedos
agarró fuerte
el silencio terroso,
elaborando
su plan con todo el cuerpo.
Sería él
el único inmortal autodidacta.
Nadie lo
recordaría
pero el
recuerdo es la invención del olvido
así
nadie
jamás lo olvidaría.
Soy
inmortal, se dijo.
Y
desapareció entre la gente
un
minuto después.
Déficit
Tendría
que ser verde
o andar
con las costillas
fuera de
la piel,
o
ejecutarse a sí misma
como una
vieja guitarra,
para que
se note
que hay
aparte de hombre
esa cosa
el alma.
Paisaje
Cascabel
tirano
ejerce
juventud sobre la arena.
Repite
movimientos
pero
jamás me mira,
consciente
de ser paisaje.
¿Por qué
no vuela?
se
pregunta algún viejo inusitando.
Pero
Cascabel ejerce,
ése es
su modo de no tener futuro,
y no
desearlo.
Maribel
¿Cómo
amar desde la mirada y el gesto inútil?
preguntó
halagada Maribel
desde su
entrañable cintura.
Nada
respondió
el olvidado
el
imperdonable labio
— la
pasión es pasión y arde
sin
esperanzas.
Cielo
del deseo
El
pasado me devuelve
al
instante del poema.
Sátiro,
respiro
mis entrañas.
Devuelvo
mis uñas estranguladas
a tu
base.
Seremos
cielos
o
ciervos desteñidos de lamernos
o
sobrevivientes
atados a
la isla del destino,
amados
por el implacable reino
del
deseo.
Herencia
porteña
¿Y yo
quién soy,
me llamo
muerte o vida
o ceniza
arrojada
por la
brasa originaria,
dispersa?
Quién
soy
Hacia
dónde fueron otros pasos
antes,
o dónde
la niña se hizo círculo de estrellas
en la
nada
y me
dejó deforme en el piso oscuro
reptando
entre coleópteros
más o
menos indóciles a la idea
pero
empezados,
iniciados,
muñecos
de ropero de la navaja espumosa
que es
la muerte
en
Buenos Aires.
Turista
He visto
la vana
aspiración que clama por luz
Y es el
bicho, el espíritu
en el
límite de la nada.
He visto
sangre, la he probado
pasión
en los labios desprolijos,
y es la
que clama por mi ausencia
cuando
me vence la derrota del cobarde.
Del
medio he tenido
la
borrosa imagen del paisaje
anhelado.
Sabroso
vacío descubierto en los espejados ojos
de los
otros.
Así,
turista.
Enero
Reveillon
en Buenos Aires
la
tierra que avanza
sobre el
anguloso espejo.
Neo o
negro, salvaje levantar de pájaros
imbéciles.
Y los
huesos de la mano
enroscados
crujiendo cartílagos de hielo.
Las
sábanas sucias
sobre
los colchones de antes
y de
ahora los mismos las mismas
sobre
otros cuerpos.
La carne
balbuceando
rosada
como gelatina con sabor
a sebo o
rosas o semen
o
derramando más de lo mismo
de mí en
otros, de nuevo
una vez
y otra.
La
pantalla
gris de
enero en Buenos Aires
y
vecinos yquecaloraplastadostodosquesevaya
felicidades.
Cegueras
Se emparcha
no perdona
poner
tanta palabra
se le
brota
el
péndulo inferior lustrado
y mirar
hacia atrás desde la nuca
como si
nunca un paso desde antes ni ahora
¿para
qué?
Tanta
lechuza miedo
tanto
escarnio
ni
ahora.
Alto
y afuera
Allí
donde yo veo la vida llena
se ve
vacía.
No
terminé nunca de llegar
“la vida
no es sólo eso”
grité de
nuevo
con paso
diagonal.
Y los
dos ojos se me clavaron
al poste
incomprensivo
que me
sostiene alto y afuera.
“la vida
es esto y aquello
y no es
todo”
Y qué
hay entre esto y aquello
es eso
la vida el espacio el entre
entrepiernas
entrelíneas
entregente
“entregate”
y no
termino nunca de llegar.
Contrapunto
Él
levanta un puñado de arena que se mueve.
Yo lo
veo caminar la vereda de recortes.
Él se
encierra en una parada
asoma un
brazo más allá
implora
atención por un segundo
y se
desvanece.
Yo corro
tras su meta
ausente
de mí
estoy
más adelante
encarcelándome
a su resultado.
Él pasa
sostenido desde los dedos
colgado
sin
destino.
Yo lo
veo pasar desde mis pies
atenta
nuevamente a la violencia de la tarde.
TeVe
Narciso
sale de la ducha (o regadera)
señala a
cámara
y
sonríe.
Mientras
Narciso viste una navaja
(es el
asesino de la hermana)
aparece
Maribel unos segundos,
recordada.
Sorry,
vuelve a
sonreír Narciso
ya
repuesto.
Narciso
bebe una enorme gaseosa
saluda a
otra desnuda que besa como nadie
sonríe
como nadie
nadie.
Maribel
reflejada en la pantalla
piensa
que
Narciso
Sorry,
dice él
y sonríe,
vamos a
un corte.
Receta
Ocurre:
se
planta una jauría de lobos
en la
almohada
y no
dejan dormir a nadie.
Aúllan
toda la
noche la angustia
en el
estómago.
El plexo
solar lleno de ranas
y fuera
de la cama nada,
sólo las
sábanas ahorcando los muslos,
los
brazos que duelen bajo las costillas.
Si la
aspirina y el té no funcionaron,
pruebe
cambiar de oficio.
Hágase
muerte
o
lombriz
o
humano.
Cortaziango
Axolotl
tiembla
recuerda
Maga,
la nariz
pegada al cristal,
el
silencio acuoso soñoliento verde.
De
dorado se ve el rostro
de
Oliveira.
Pregunta
recuerda.
Axolotl
en su
capuchón rosa,
piensa,
sembrado
de frío.
Apoya la
nariz en la de Julio.
Y
Oliveira y Traveler,
y se
miran rosados,
entre
río musgo marrón y cigarrillo
y
tiemblan.
Parece
Parece
poco.
Late.
Toma el
humo del cigarrillo.
Late.
Afuera
llueve viento.
La
soledad es un oasis maldito.
Como la
poesía.
Fénix
Crepita
sin saber,
se
entierra madre.
Prepara
el resplandor
para
otro credo.
¿Trepará
su espina,
su
cornisa,
o
revelará el saldo
algún
misterio?
Será,
se
supone.
Será
vuelo.
Saltimbanqui
uno
En la
baldosa de mi infancia
estaba
la huella,
roja
todavía,
de la
mujer pequeña
que,
repartida en rojo,
negoció
con el mundo
una
mirada,
a cambio
de su locura.
Saltimbanqui
dos
Preñada,
pregnada,
Saltimbanqui
responde:
—
Negociaré tu boca por rocío.
Naturalmente
niega las parábolas
pero
metaforiza.
Y baila
pintada de rojo
en una
calle gris de mediodía
llena de
automóviles
y
nadies.
Saltimbanqui
tres
Saltimbanqui
miró dos veces
pero no
pudo ver de negro.
Tan rojo
era su traje,
su
danza,
su hastío.
Habitante
Tirar
por la borda,
espacio
de sosiego.
La llave
encaja entre mis cejas,
pero
perdí las cejas en otras casas.
Saborear
baldosas
es el
extraño hábito de estas tierras.
Entreabro
la persiana de la lluvia
para
volver,
después
de caminarlas.
Alimento
Llenarme
de palabras como cosas
me
prepara un ayuno inconfundible.
Repito,
rememoro, recapacito:
—Salomón,
rey, repárteme entre hambrientos,
soy de
carne, piel y pan.
Nunca un
reflejo, a veces, vacío.
Siempre
hijo.
Intelectuaciones
Pero si
de hablar se tratara el pienso, el siento, el olvido...
Cada
pedazo tiene que saber seguir,
que
saber volver a tiempo. Un pedazo es un vacío del vacío,
con lo
cual se llega siempre a lo infinito,
trasciende
lo nádico, lo superfluo, lo sombrío.
Lleno de
palabras en cada callejón enciende un fuego un
niño, un
viejo, un ciego. Se lamen perros colas, gatos patas, hombres hocicos, y de
palabras se arma un mundo de estructuras,
de
zalamerías, de bolsillos.
Puñal
de sonido
Entró y
lo recibieron los duendes, los lagartos
y los
perros. Se sintió acomplejado por su estatura,
su
sonido de bronce andaba solo.
Los
idiomas ajenos le tronaban
y
respondió con sangre a los desvelos.
Pero la
espalda le gritaba bronce, y bronce pudo hacer,
y al
bronce se acoplaron espacios, máquinas, ladridos,
gaviotas,
escombros, regocijos,
se
empañaron alondras, escalofríos,
juicios,
sembradíos, bolsillos,
de
bronce vuelo se entreveró a la parca,
y le
enterró de bronce un puñal de sonido.
Lluvia
porteña
Ensalada
carajo, ensalada, lluvia de la Buenos Aires nostalgiosa piensa escapar al agua
en el agua, lavando heridas de vieja data. Lluvia de vino de domingo y soledad
con mate y soledad con lluvia. Adoquín espejo del aparte, del frío y tortas
fritas, del frío solo, del frío. El verde que te pinta en adoquín de lluvia. El
verde que se lava te lava se alimenta, quién lava tu corazón como la lluvia,
Buenos Aires, quién tiene ese aire de fin del mundo sin nada que te flote, de
hundirse para volver
mañana
al aguante de todos los días de todos.
Gracias
por la lluvia Buenos Aires, gracias por el barro y el encierro, la humedad de
entierro, la cocina, el fuego, la pava y el hambre curado con mate, gracias por
la eterna chantada de tus palabras profusas de tanto llorar por las promesas
muchas rotas, gracias por la lluvia y el cine húmedo
gracias.
Del
diario
Del
diagnóstico:
bajón,
salvedad
prudente sin deseo,
murieron
todos los niños, todos los soldados,
todos
los charcos de sangres de los pájaros.
Cayeron
las flores de la cuadra encelestada,
verde y
negro de lutos
encerrados,
tras cortinas de conventillos.
Las
voces de la vecina aúllan sin ser vistas,
se
niegan a dar la fe, pero sigamos:
ascensores
de pronóstico, la orilla de la sangre,
vereda
absurda,
las
bocas de las madres llenas,
los
colectivos en edificios estrolados.
Las
narices de los dioses empolvadas:
ellos
viven
del estado alterado de sus venas.
Los
miramos:
sin que
nadie lo sepa
surten
de huecos la mañana.
No
te metás
Cogidos
los despojos del estupro,
enfermo,
inútil,
vomito
lana roja de sangre.
Habitante
de tercera en trópico podrido:
sudaca,
croqueta
de meloso.
¡Mierda!
Una
chupada al mate
y a otra
cosa.
Pena
(tango)
Pena
de
espaldas al cielo
te
maldigo.
No veo
más allá de mis zapatos
pero
presiento que casi todo ha sido.
Pena
Me pesa
el hambre de esperar
milagros
de corazón y sangre ajena.
He roto
estos zapatos
buscando
lo que no sé.
Cada
camino
tiene
curvas inesperadas,
felicidades
nuevas,
hastíos
inexplicables.
Este
amor
que nada
tuvo de destino
se hizo
de a pedacitos de alba,
se fue
muriendo casi sin aviso.
Adios
Serás
feliz
dijo
antes de echar a volar
entre
los mirlos.
Pensé
que razonar era imposible,
¿cómo
explicar a Dios del humano amasijo?
Me senté
y esperé.
Un día
volverá, fue lo que dijo.
Almitas
porteñas
Se
acomodan las almitas porteñas
en
madrugada.
Acomodan
sus cacharros y sus chiches,
entran y
salen se sientan hablan
y toman
sus
vinos y sus ansias.
Acomodan,
cada
lugar en su cosa,
cada
pedazo en su espalda,
cada
bala,
cada
ceniza.
Los
silencios a sus temas,
los
amores a sus ollas,
a la
cama los niños y la historia.
En
madrugada
los
porteños,
que
acomodan sus almas.
En
estas cosas
Te
yo a
vos.
Quién es
yo
Recuerdo
pisados los higos de la abuela.
Recuerdo
el veintiuno de bufanda.
El
rincón está en el alma.
Quién es
vos
Es
amarillo el ruego de las hojas
si
cayeron.
Caímos
pero mi ruego es negro.
Quizá de
noche, siempre es de noche
en estas
cosas.
Siempre
hace frío o llueve,
o la
soledad,
o Buenos
Aires inundada,
o qué sé
yo de mensaje
de amor
equivocado
en el
contestador
de uno.
Hermanidad
para
Carlos Echeverría
Verde-azul
de Rio
y el
ventanal rompiéndose
en mi
almohada.
Pelusa-perra,
guitarra, alfombra mar.
Arrojados
sobrevolábamos
bombardeando la ciudad.
Las cortinas,
la cocina de galletitas,
el
idioma largo y marino.
Las
narices y los codos de espera
de
saudades.
Descalzos
en botes
de madera,
en
atardeceres de cangrejos
y fideos
de pescadores.
Nos
hundíamos a mirar
la vida
desde abajo
¡Y se
veía el cielo,
hermano,
el
cielo!
Pretextos
¿Cuándo
cantar?
Cada
paso duele en los huesos.
¿Cuándo
andar?
Elegimos
el atardecer
tentados
por los pájaros.
Creyendo
en Dios
y con
corazones en las manos,
palabreamos
siempre,
salamos
el sol
y lo
olvidamos.
Trazaríamos
con razón
el
infinito,
si no
fuera tan inmenso
y tan
distante.
Perogrulladas,
trazos
de carbón
aguados
de agua,
quebrados
en montes,
en
tertulias,
en
llamas.
Lo
que te digo
Dije:
lo que
te digo viene.
Me
hincha los labios a golpes por dentro.
Me rompe
las costillas
a
latidos.
Estalla,
rasguña
el estómago.
Sale por
las uñas
a
matarte.
Dije:
no digo
más.
¡Cállenme
las tripas!
Te
devuelvo la vida irresponsable,
pero
dame a cambio el mar
y el
tiempo.
Las
ganas
Tengo
las ganas del mundo.
La
sonrisa del monje zen en una orilla de la cara.
En la
otra un hueco (una especie de tercer ojo desfondado).
Casi no
hay arena,
la que
queda está toda pegada a mis axilas.
Con una
mano estoy acariciando muy despacio algo
que está
caliente, pero no es mi cuerpo.
Presumo
que hay alguien más bajo las sábanas.
Hago
todos los gestos del que respira:
dilato
mis fosas nasales, ensancho el pecho,
saco un
poco la panza.
Pero yo
sé que no entra nada en mis pulmones.
Uno de
mis ojos se escurre por su ojera correspondiente,
casi
hasta la mitad de la mejilla.
Es un
óvalo vertical que late, duele un poco.
El otro
hace tiempo que mira la nariz de cerca
(quizá
no pueda entender por qué sigue moviéndose).
(La
esperanza es esa mano que sube por mi sexo)
Desanudanzas
Desnudarte
como desanudarte, despacio.
Sacudir
perezosamente los espacios que quedan.
Interminable
suicidio:
descorrer
la inmunidad de tus palmas, tu entrecejo, la pestaña enroscada
a tu
corbata, la idea de que el mundo,
de que
el mundo...
Labiar
tu versión de la importancia, entrecortar la savia del tiempo y convertirla en
pelusas de carne, sábanas de aire, cuencos
nacarados
de sal.
Crispar
la semilla del miedo en sangre y sangrar, lejos, encontrados en arena, lamidos
en lengua de espuma, deshechos de los
dientes
del grito.
Desechos
de Dios.
Penetrar
en el aire de la luna invencible, silenciosa y traicionarla:
silabear
nuevamente el verbo y desnudarte como desanudarte, despacio...
Amigos
Alosa,
Juan Carlos y yo somos la misma persona.
En días
de lluvia yo extraño a Juan Carlos. Después Alosa vuelve
para
encerrarse a cantar, a bailar, a desaforarse solo,
en una
multitud de soledad. Yo, recuerdo que es hora de cenar, o de dormir,
y
entonces Juan Carlos saca el sol y lo brilla, y lo humaniza todo un poco más
y se
sienta a darse unos abrazos con unos mates largos y llenos de silencios
tiernos.
Niñez
Descalza
sobre la arena repito mis dedos del uno al cinco, dos veces. Miro al pájaro de
tela, de pie sobre la montaña las alas en rojo y azul. Se corre el abismo y es
viento, silencio y existencia, con el estómago en la nuca, los pies dormidos,
la sal
en los labios: vuela. Es conciencia pero vuela.
Repito
mis dedos crujientes, los desaparezco bajo la roca lenta de tiempo, húmeda.
La roca
se zambulle en los huecos, aparece como huella,
como la
huella que ahora borro, como la huella que se borra del cielo cuando el pájaro
termina su vuelo y vuelven a ser sus pies sobre la arena mi propia huella.
Hundida
y en migajas repito mi mirada. La navego.
Cavo el
túnel alrededor de la hormiga, pasan las vías, un tren,
las
suelas de mis pies, se extiende un puente blanco y brillante,
como un
camino de Machado,
como el
puente reluciente del acero futurista,
como un
hilo, donde camine una araña.
Me
multiplico los pies hasta araña
y hago
mi tela con la roca del tiempo.
La
espuma espeja la roca, borra al tiempo, moja mis pies.
Hacia el
poniente una nave esgrime sus velas grises de tormenta.
Pelea
sus cuerdas con el azar, con la nostalgia de sus tierras,
con el
moho de sus tablas, donde se cifran historias de puertos, burdeles y mercados.
Repito
mis dedos, del uno al cinco, dos veces.
El
guardián enciende la luz de la plaza.
El sol
ya está puesto.
Envuelvo
los pies en mis telas para llevarlos a casa.
nenúfar
de acero
Placerazgo
Se
invadió de placer. Se circuló
contra
un centro.
Respiró.
Resbaló muy despacio.
Se
levantó
en
rodillas apoyada
en su
vértice.
Rodó su
cabeza que golpeó la
pared y
cayó al piso junto a la
cama
donde los cubos del
hielo
rezumaban whisky,
cigarrillo
y medias
de
lenguas caladas.
Lo demás
se fundió
en el
charco oscuro
de la
rutina.
Criado
de nostalgia
Tensar
el arco oscuro del deseo.
Sobrevivir
al asedio de las noches.
Intuyo
lo inobturable de mis sueños.
— mi
alma es de algún amigo
que
jamás supo de ella
Aladino
es de la muerte,
es de
las oscuras moscas de la tierra.
Criado
de nostalgia,
saluda
el espíritu ciego de todos los brazos
mientras
se rasca el cielo.
— las
palabras miran desde lo alto
Se ven
dedos, después manos,
se ve
dónde van a terminar los brazos,
la
pelambre, el entrepecho, el hueco,
donde lo
que debería estar,
— el
corazón
se calla
a cada rato
ahogado
por los párpados vacíos
que un
cinturón sostiene
como
sostiene las piernas, los sexos y las medias.
— modelo
vivo
Desnudo
por impotencias,
por
jamás trazar el arco,
jamás
soltar la cuerda,
jamás
interceptar
el vuelo
distraído del deseo.
Ahora
Narcotraficar
del deseo
De ti
entrego todo,
de mí
se
encargará la luna
de
llevarte.
Acariciaré
(larga palabra)
Acariciaré
(larga mente)
largo
corazón cansado
Acariciaré
el
hallazgo sencillo de tu sexo
subrepticio.
(palabra
extraña)
Avestrella
Camino.
El mar
desdibuja las huellas.
Estoy
atravesada
y era.
Avestrella
sesga,
floto
con direcciones
de
encierro.
Y era.
Avestrella
niebla,
crisálida
de cuarzo.
Era.
Nenúfar
de acero
se
quiebra en círculos
revienta
rasga roza
penetra,
me atraviesa,
las alas
contra el suelo,
me
camina y se va.
Avestrella
camina
sobre
esquirlas de cuarzo,
córneas
de sal,
apenas
alumbrada en fe.
Destino
de mujer
La
condena
determina
diosas
sólo
para el amor
de algún
hombre
solo
para amar.
Mitológicas
hadas,
estirpe
de Walkyrias,
presumen
su derecho
sobre el
destino
y lloran
viscerales
la falta
de cuerpos
de otros
cuerpos.
Tantean
carnales
sus
garras entre piernas
sentimentales
y románticas,
mientras
se juran fidelidades
y
escarban
explicaciones,
batallas
y versos
para
sentirse reales.
Tonada
A cada
sensación de amanecer,
humeante,
trastiendo
las pupilas
mar que
hablan
y no
paran de hablar.
Corazón
de carne:
el
tiempo casi casi
no pasa.
¿Cómo
sucumbir al dragón
sin
haber sido aún coronada?
Una
historia de puerto,
eso nos
falta.
Un
destino invencible.
Una
tonada.
Moebius
Zapato,
me
sacarás los ojos
del
espantoso filo
de
lucharte.
Me
clavarás tus clavos,
tus callos,
las
estacas podridas en las manos.
Arrastraré
decenas
de luces
imparciales
que me
pueblan;
me
coserás el sexo
al cuero
seco del pasado.
Y ya sin
uñas
ni
rasgos,
patearás
esa puerta ensimismada
y caeré
de bruces
en la
vida.
Amablemente
Encinta
de caricias
de nariz
al espejo,
asesiné,
cuchilla
sobre la plata del estaño,
migas
sangrantes,
carroñas
de susurros.
Mis ojos
quedaron
impasibles
al otro
lado de la cortina.
Siesta
porteña
Cuerpo
de
cristal líquido.
Frío
extraño.
Una
golondrina
espía
entre
las tablas de la persiana.
El agua
hierve dentro de la pava
sobre el
fuego dentro de la cocina
sobre la
cama dentro de
Un siglo
de
cristal de cuerpo líquido
que
hierve extraño.
Tautologías
Impensable
era ser
primavera
adolescente
inútil
a gritos
por el cielo.
Impensable
era
quebrar los ojos
rifando
el indolente
andar de
los relojes.
Impensable
correr
tras los aplausos
pretendiendo
pertenecer
a los
mendigos.
Impensable
pensar
aquel amigo
que un
día se tiró
de las
ventanas
y nos
trajo el regalo
del
abismo.
trazos
Inundada
Pinacoteca
inútil de palabras,
creación
de trastos empapados.
Inundada
paciencia de mujer,
si no
hay adóndes,
¿cuándo?
Poeta
Desde tu
carne
devine
otra.
Poeta.
Penurias
de acero.
Historia
argentina
Siempre
remar.
En cien
que no escabullen
al
bulto,
al
pedazo leproso
de la
historia,
setecientos
pulgares apuntan
hacia
abajo.
Mi
propia sangre
Fabrico
esquirlas
las
mastico
y las
trago.
Vendo
los ojos
al mejor
postor.
Después
mi
propia sangre me sorprende
tratando
de descifrar
a Dios.
Transas
Transó:
un
asombro estático,
un
grabador
y un
piolín,
pagadero
en cuotas
ajustables
al
costo
de
vida.
Amores
porteños
Una
ventana húmeda,
cuarenta
watts atrás
de un
trapo rojo
y un
invierno,
se
recorren
tiernos.
De
paseo
Atardecen
las
paredes escritas,
las
ventanas de las
arañas
bellas.
Los
gatos
siguen
siendo los mismos
con más
hijos.
Yo
sigo
trayendo mi letra
llena de
nido.
Siempre
Luna
luna
de tu
boca
Federico
de luna
de tu
boca
Casi
nada persiste:
casi
todo,
ojos de
los míos,
dedos de
tu boca,
y tu
pecho
y tu
pelo,
ojos de
nosotros,
siempre,
nosotros.
Siempre.
Punto
final
Cayó
despacio.
La
espera sacó en limpio
el
estado de su carne.
Del
vacío al final:
allí,
o en
ninguna parte.
Silencio
Crecido
el río
me devuelve la luna.
Nadie
piensa en volver.
Agonizante
un
espejo,
quita
del medio
a la
mañana.
Cuando
miro de nuevo
el
silencio se calla.
Clasificado
Casa
pivote
aleteo.
Llanto
camino
palabra.
Dueño
vende
o
alquila.
De
la guerra diaria
Venas al
viento,
soldado.
Rojo el
sol
atraviesa
penetra
y muere,
como
todos.
Tu
boca
Pasos.
Mi
sangre retoma
un trazo
oscuro
como un
grito.
Tu boca
ensaya.
Yo me
muero.
Sin
salida
Enderezaron
de
pronto
las
esquinas.
Ni una
nube,
ni un
perro,
ni una
esquirla.
Giró
sobre los talones
casi sin
argumentos
y buscó
la forma
de
clavarse
sus
últimas palabras.
Vecinas
Hay una
silla
escrita
en la ventana.
La que
miraba
creyó
que era la otra.
La que
sentaba
parió el
atardecer
y la
mañana.
Las dos
suicidas
callaron
sus rosarios
crucificaron
un Cristo
de madera
y se
olvidaron.
Maravillas
A García
Lorca
La razón
canta
sus grillos.
El cielo
se divide
montañas
y árboles
como
cartas.
Federico,
que se
calle la luna.
La
fija
Preparado
el final,
sorprendente.
Grito de
favor,
grito de
guerra.
Quizás
en el tiempo
se
pinten las gaviotas
de
suicidio,
pero
nada te hará
cambiar
de idea.
Decadencia
Crispado
el cielo
estalla
la locura
y final.
Sueño el
principio.
Jamás he
visto
crisparse
al
cielo.
Un
amor
Parecería
un tren.
Un
trino.
Creció
entre lo fatal
y lo
apócrifo
de las
tardes.
A cada
rato hierve.
A cada
rato
nace de
nuevo.
Viejos
fuelles
Si en el
piso del olor crecieran
viejos
fuelles,
tirados
en los mares
nos
encontraríamos, quizás
una
mañana, pensando
penetrar
el pecho,
equivocar
el rito
o el
mito que hicimos
de tu
pelo.
Siglos
de nostalgia
Sucia
en
espacio de siglos
estás
y te
extraño.
Signo
Desando.
Reanudo
brillo.
Labío
palabras
breves
lento,
muy lento.
Resguardo,
regurgito
el centro.
Te lo
devuelvo.
Duele.
Vuelvo.
Dos
Dos
puntos
y el
cielo
sigue
clavado
en su
tumba.
Demasiado
cerca.
Tres
Tres.
(dragones
inalterables)
Maldito
el piso
pegado a
la palma
de los
labios.
Ceremonia
Calabozo,
parca
desvalida,
que
sobre tus huellas huello,
no pidas.
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